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Cuando el técnico Cristian Díaz confirmó que Wilster jugaría ante Peñarol con cinco defensas, cuatro en el medio y un solo delantero, sin siquiera sonrojarse, estaba claro que lo que buscaba era no perder por goleada en Motevideo y que estaba mandando al cuadro aviador a colgarse de su arco.
Y así ocurrió. El Carbonero le ganó a Wilster por 1-0, lo cual, desde la lógica mezquina de ese planteo, podría verse como algo previsible que no causa mayores daños y hasta podría considerarse como un resultado alentador teniendo en cuenta que el Rojo jugaba de visita ante uno de los históricos de la Copa Libertadores.
Lo que en realidad pasó es que el complejo de inferioridad con el que Díaz encaró este partido le ofreció en bandeja de plata una providencial victoria a un Peñarol que terminó aceptando el regalo, casi sin merecerlo.
Peñarol quedó con un jugador menos por una expulsión en el minuto cuatro del complemento (59), pero Díaz prefirió seguir achicado, esperando en lugar de arriesgar en un partido que cambió de pronto y que pudo haber jugado a ganar sabiéndose superior en número.
En respuesta, llegó la lección del DT Forlán, que se vio en desventaja. Entendió que un empate en su campo era como una derrota. Movió sus fichas. Solo cinco minutos después de perder un hombre, a los 59, robusteció su medio terreno y potenció el ataque.
En la otra acera, el DT aviador se sintió pequeño ante uno de los legendarios coperos de la Libertadores y le tembló la mano al momento de arriesgar. Tanto así que esperó hasta el minuto 20 (64) para ensayar una modificación cuando el partido le gritaba por un delantero más, entonces Díaz cambió delantero por delantero (Osorio por Pedriel) y mantuvo su esquema, aquel del que se sabe chico y que respeta al grande.
Como sentencia del mismo fútbol llegó el gol de Peñarol, a los 68, como fruto de la apuesta por la victoria. Y al mismo tiempo cayó la espada de Damocles sobre la cabeza del mezquino, el castigo a la tibieza, el 1-0. Demasiado tarde llegaron los cambios de Arrascaita (72) y Ballivián (79). Tarde se dio cuenta Díaz que podía hasta ganar.
Wilster perdió una gran oportunidad de ponerse al frente de un grupo C en el que aparecía como el más débil, pero que estuvo comandando por unos minutos. Pese a todo, el Rojo ha demostrado que tiene equipo. Solo le falta creer un poco más en sí mismo.